Rolando Rosas Galicia
Ángel
*
Ángel madrugador
Ángel obturador de mariposas
Ángel escarbador cara de niño al acecho
Ángel amador de dos y más de diez con su alcohol y su apetito
Ángel eructador con su hígado envuelto en portulaca
Ángel ventilador hermoso angelical duro su rostro como pez
que muere sin abrir la boca
Ángel caminador otro lugar donde crece el silencio y cada tarde
se juega a la gallina ciega
Ángel crepitador en la luz de sus parientes ángeles malditos
como avispas anginas con tedio y carraspera
Ángel masturbador y son las tres de la mañana y los cuervos beben
y escupen pero siempre solos
(algo de cuervo tiene tu ebriedad cuando me miras)
Ángel de sueño y tu cirrosis panza arriba en su alacrán
Ángel con catarro y otra vez las cuatro y doña Tencha aún no abre
Ángel bendito que unten sábalo en su cama y verás cómo se duerme
Ángel abierto a la ternura un día te encuentro y me miras
(¿me olvidas? ¿preguntas por mi edad?)
Ángel en su sepelio con tu hermana y tus hermanas y tu madre
que es mi abuela y no
Ángel tranquilo abre los ojos a ver si dueles
Ángel ajeno ajenco atenco el corazón la garza de tu risa
*
En ese afán de adivinar su rostro en el mío
se derritió la veladora que le puso a la Divina
Con la última flama entonces
fue al tlecuil, a su límite exacto y cavó
duro hasta sangrar el ojo, hasta acabarse las uñas
Allí depositó en cruz los cirios benditos y
encima, la gallina ciega, la rama de pirú y
la ruda, la fotografía amorosa de mi padre
y el Ave María Purísima, sin pecado concebida
mira que el animal es sordo y no atiende a la conseja
por eso le muestro el brillo de la vara
lo educo en la comezón de la ortiga
Dulcísima señora, te entrego a mi niño, arrópalo en tu seno
*
Llevado al extremo por el alcohol
Ulcerado el intestino doy vueltas
La superficie se hace compacta
Entrego mi piel
la arrastro por la opuntia maligna, cenizo nombre
Siento mis llagas abiertas. Siento mi derrota
Entrego mi cuerpo
Lo doy con toda su pureza a alguien que no ha de recibirlo
alguien cuya ebriedad se confunde con la mía
y siente una torpe aguja por dentro
Y entonces ando por días sin luz
Ando es un decir, tropiezo, caigo me levanto y otra vez la sombra
Caigo es un decir
*
No te hace distinto a los demás el embriagarte
Aunque el alcohol se recomiende sólo en exceso
No importa el cuerpo o su río luminoso
La destrucción necesaria es la de la forma
A bocanadas emerge de la tiniebla
A mordiscos desgarra la tibia ternura del fracaso
Recárgate en la pared
Quédate suspendido por hilos invisibles
¿Es Dios quien con discreta gracia hace que sonrías?
*
Me exprimo el amargo sol como una púa clavada
Dejo todo en el crimen perfecto, tengo frío, toso
Escupo hasta secarme / arrojo todo el odio que tengo
y es inútil lo sé
Me estoy yendo de bruces con la mirada perdida en un sol
que no existe
un sol que atrapo con la mano, un sol que dibujo
un sol tuberculoso que despierta cuando yo me estoy muriendo
*
Donde duerme el ángel, donde respira
brota la luz como de un manantial
Donde respira el corazón despierta de sí misma la carne
Es el mismo escozor la mueca del hijo cuando busca el origen
y el cuerpo del otro es el mismo río
la respiración del que crece y está solo y su mirada
es algo que todavía no comprende
Y en el hueco de la herencia que la bestia descubre
escarba / abre la corriente diáfana del instante
Escucha el grabado en piel
La voz del padre que también es hijo
Rolando Rosas Galicia nació en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, Ciudad de México, en 1954. Ha publicado varios libros de poesía y recibido reconocimientos por su obra. Algunos de sus libros son Carajo quebrantagüesos, Morder el polvo y Naguales.