Siete poemas de Robert Creeley

El mundo

Quería, con habilidad,
tranquilizarte, quería
que el hombre con el cual me confundiste,

te diera sosiego, que se
levantara, que cerrara
las cortinas, así como tú querías,

para poder ver
la silueta de los árboles
en la noche de afuera.

La luz, amor,
la luz en la que caímos,
grisácea, fue eso, eso

entró en nosotros, sobre nosotros, no
sólo en mis manos o en las tuyas,
o en una acogedora humedad,

pero sí en lo oscuro, y luego,
mientras dormías, la figura
gris se acercó mucho

y se inclinó sobre nosotros,
entre nosotros, mientras
dormías, inquieta, y

mi propia cara tuvo que
verla, tuvo que ser vista,
era ese hombre, tu

perdido y cansado y confundido
hermano gris, inútil, intacto,
odiado por el amor, y muerto,

pero no muerto por un
instante, me miró, yo era
el intruso, no él.

Trato de decir que todo
está bien, que ella es
feliz, que ya no haces

falta. Dije:
él está muerto, y él
se fue mientras te movías

y despertabas, primero con miedo,
luego te enteraste por mí
de lo que ocurrió

y entonces la luz
del sol llegó
desde otro amanecer
del mundo.

Algo

Me acerqué con un temblor
cauteloso, siempre siento
la misma tonta pregunta al final,

¿cómo se supone que
se debe sentir? ¿Y después?
¿Y por quién? Recuerdo

una vez en un cuarto que renté
en la calle 27, la mujer que en ese tiempo
amé, literalmente, después de

haber hecho el amor en la enorme cama,
ella sentada frente a un lavamanos
de dos llaves, tenía

que hacer pipí pero estaba nerviosa,
avergonzada, supongo,
de que yo la viera, a ella, que justo

momentos atrás estaba
completamente abierta hacia mí, desnuda,
en la misma cama. En cuclillas

con la cabeza reflejada en el espejo,
el pelo oscuro, toda su
cara, los hombros,

se sentó con las piernas abiertas, abrió
una de las llaves y orinó con timidez.

Lo que el amor podría aprender de una imagen así.

Los cambios

La gente no se comporta
en la vida real
como se comporta
en la vida real.

La gente
es más lenta
y recuerdan los ténues cambios
de la atmósfera.

O cambian hasta convertirse
en verdes perros persas
y pájaros.

Cuando ves a uno
sabes que el mundo es un cúmulo de estrategias,
que es proverbial,
que la gente es pobre.

Así como dijeron ellos

Bajo el árbol en algún
pasto fresco, me senté, vi

dos alegres pájaros
carpinteros fasti-

diados por mi presencia. ¿Y por
qué no? Me dije
a mí mismo. ¿Por
qué no?

El amigo

Lo que vi en su cabeza
fue una visión invertida,
y el vidrio crujió
cuando puse mi mano.

Mi cabeza es redonda
y mi cabello es un adorno,
pero la cara
es un ornamento.

Tu cara es ancha
y tiene el cabello largo, y ojos
tan grandes y siguen creciendo
mientras los miro.

Si tan sólo el mundo
pudiera ser más redondo,
como tu cabeza, como la mía,
¡con tus ojos como lagos verdaderos!

Duermo en mí mismo.
Ese hombre era un amigo,
sans canoe,
y yo quería ayudarlo.

Deshielo
Él viene
en cualquier forma que le es posible,
no demasiado tarde,
no demasiado pronto.

Se sienta, espera.
Él no sabe
por qué debería tener
tanta paciencia.

Se sienta sobre una mesa
en una silla.
Está cómodo
sentado ahí.

No hay nadie más
en este cuarto,
no hay otros, no hay expectativas,
no hay sonidos.

Si hubiera caminado
en otra dirección,
estaría aquí,
como él dice.

Suficiente
1

Es posible, en palabras, hablar
de lo que ocurrió––un sentido

y ahí y de allí, ahora
y entonces. Es otra manera

de existir, lo suficientemente valiosa,
que genera un terreno

común. Una vez
estabas

sola y yo
me encontré contigo. Era tarde

por la noche.
Nunca

me fui después de eso,
ni de mi propia cabeza,

pero me quedé
y me quedé.  Los años

pasaron ¿En
dónde están? Días––

algunos felices,
pero algunos amargos

y tristes. Si yo caminara, entonces
a través de la habitación,

y te viera a ti sor–
prendida, si viera la particular

blancura de
tu cuerpo, un poquito más

vieja, más
cansada––en palabras

lo poseo, en
mi miente pienso, y

nunca lo
supiste, ahí yo bailé

por ti, tropezándome, en
la esquina de mi ojo.

2
No bailamos
ni un poquito,

despacio,
despacio. Mis

piernas
responderán

a la música de
un momento feliz.

3

Una distancia
separa, ob–

jetivamente, como de
la orilla, al agua, el

reflejo de una isla,
arriba, contra

el sol, una cortina
de humo, flotando

proyecta
ahora a la ciudad

dorada. Tu
cabeza y tus manos

Tus ojos una vez
en palabras fueron

lagos pero
este es un océano

de ambigüedades. El sol
se fue. Intento

sentir en
dónde estás.

4

Jo, jo––
risa.

Jo, jo––
risa.

Distancia
obscena. La

mente crea
sus propias

formas, busca
en su propio terror

tan
en sí misma

sola. Tal
hecho tan sencillamente

manejado que no hay
necesidad de

nadie más. Sin
ayuda de nadie miro

a los cuerpos obscenos
retorciéndose, retorciéndose,

mi mano
explora su

placer, in–
advertido, mi

cuerpo
retrocede.

5

Una
a una
la forma

viene. Una cosa
sigue a la
otra. Una

y una,
y una. Crea
una imagen

para que el mundo
sea. Así
será.

6


ahí, yo

aquí, o será que yo
estoy

allí, tú
aquí––allá

o allá
o allá––y aquí.

En dos
lugares, pienso

en dos
partes.

7

Tu cuerpo es un bote de basura.
Tu cuerpo es blanco, ¿por qué

dejar que otros lo toquen? ¿Por qué
no? ¿Por qué

mi cuerpo es tan
tentativo? ¿Me gusta

el dolor
de tan imposible entendimiento?

Tu cuerpo
es una suavidad

blanca, tiene su
propio

lugar una y
otra vez.

8
Juro por mi vida que lo respetaré.
No lo voy a arruinar.

Juro por tu vida que seré
suficiente, suficiente, suficiente.

Vía: lechedebruja.blogspot.com
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